domingo, 26 de abril de 2009

Argelia y fin ...


Llegué de Malta, deshice la maleta, la hice otra vez, me tomé unas cañas, me acosté, me levanté y me papi me llevo al aeropuerto con destino a Argel, a ver a mi hermano Jose en su nueva vida en tierras argelinas, a donde se ha llevado a su mujer Sofía y a su niña Aleia. Y lo mismo, pero esta vez sin deshacer la maleta, esa misma noche tomamos un avión con destino Djanet, al sur de ese país inmenso donde nos esperaba el desierto y los paisajes más extraordinarios del Sahara.
Fueron tres días cargados de emociones visuales. Algunos días parecíamos estar en el mismísimo Marte y otros, en el fin del mundo. Así, un par de jeeps no esperaban a la mañana en la puerta del hotel para llevarnos a descubrir esos parajes de película, acompañados de esos hombres del desierto y de un maravilloso cocinero que nos alimentó con sabrosas comidas día y noche. Cada día era distinto. Uno hubiera imaginado un paisaje siempre igual, dunas y más dunas, pero no fue así. Hubo muchas dunas, una cadena de 120 km de largo, pero también hubo otros paisajes, zonas montañosas, unas montañas de roca y piedra rodeadas de arena, donde se encuentran miles de pinturas rupestres. Todo un lujo para todos los sentidos. Subir por esas dunas y luego bajar corriendo, hundir las manos en la arena, y hartar se de sol y más sol ... tanto que la pequeña Aleia tuvo un pequeña insolación tras el primer día, algo natural según los locales a todos los niños europeos hasta los 7 años ... la combinación sol y altura, y es que nos encontrábamos a 1.200 metros de altitud. Y en una de esas noches saharauis, nos llevaron a cenar al desierto y nos hicieron una cena tradicional con un pan cocinado en la arena y una sopa, muy similar a la harira marroquí, para chuparse los dedos, y por supuesto, luego música de fondo y mucho té, y las estrellas como decorados y las dunas de fondo ... no me quiero ir!!!
Y con mucha pena, la de todos, nos volvimos a lluvioso Argel a recuperarnos del desierto y a volver a la realidad. La mía, una realidad que suponía el fin mi periodo sabático y el inicio de la rutina real, la de levantarse todas la mañanas para ir a trabajar ... uff, qué duro!!!


Con mi hermana a Malta



Y eso, que me fui a Malta con mi hermana Carolina ... Resulta que ante el cambio de estado laboral y la situación actual (laboral) del país y del mundo entero y, gracias a vivir en un país en el que desempleo se paga, aunque poco, pues la niña decidió que se iba a aprender inglés a la isla de Malta ... Y yo con ella para ayudarla en los preparativos, y así aprovechar los últimos días que ya me quedaban de vida de sabatical-girl en el mediterraneo conocido pero desconocido ...
Malta nos recibió con sol y energía de isla santa. Nos alquilamos un coche y nos recorrimos los rincones de toda la isla sin parar, con faldas y a lo loco, a lo telma & louis, pero sin descapotable, aunque con coche de marchas, y el volante a la izquierda. Y comimos, mucho, esos platos más italianos que malteses siempre a rebosar, y salimos por esas calles de St. Julians llenas de jovencitos locos por el desenfreno, y organizamos las tareas de la vida diaria, clases, gimnasios, compras, ... y nos reímos juntas de las vueltas que da la vida, yo ahora a Madrid a currar, tu ahora a vivir de sabatical-girl, y qué la fuerza te acompañe!
Allí la dejé, muy a mi pesar, me hubiese quedado con todo el gusto del mundo, en una casita que tras andar ni un minuto y doblar una esquina, te maravilla con unas vistas de la bahía de St. Julians que quitan el hipo, un mar azul turquesa de ensueño y unas casas lindas con sus balconadas de madera de colores. Pero la dejé bien, con los nervios de "y mañana sola que hago yo aquí" pero con la fuerza de lo nuevo, del descubrir y del cambio. Lo dicho, mucha fuerza mi princesa!!!